Valladolid, Editorial Difácil, 2023

Viaje por el Canal de Castilla es la nueva aventura viajera emprendida por ese grupo de amigos amantes del arte, la cultura, la gastronomía y el paisaje que durante muchos años recorrió en bicicleta una parte considerable de la geografía castellana.

En esta ocasión, los integrantes de la Orden del Pedal, ahora reconvertidos en caballeros canaliegos, exploran los tres ramales que forman esa formidable obra hidráulica que fue y es el Canal de Castilla. Y se detienen no sólo en las esclusas, las dársenas y los acueductos, sino también en las poblaciones cuyo término municipal es surcado por sus aguas.

Se detienen y hablan con sus habitantes para conocer y recoger historias y experiencias, y también rescatar términos lingüísticos y antiguos oficios. Es decir, para evitar que caigan en el olvido los latidos de una vida que languidece poco a poco, pero que se resiste a desaparecer.

Este libro no debe ser considerado como la visita rutinaria a un excepcional monumento del siglo XVIII, sino como el apasionado examen de un ser vivo cuya belleza se busca con ahínco. El adentrarse en los caminos de sirga supone sumergirse en una navegación interior por el pasado y el presente, por la realidad y la nostalgia, por el rescate de testimonios y también por la denuncia.

Es el viaje hacia un mar interior, hacia la esencia del paisaje, hacia la pleamar de las espigas.

En las inmediaciones de Capillas

En las inmediaciones de Capillas nos cegó la visión
de dos palomares poliédricos. En esta parte de
Campos, el palomar es un edificio de adobe que
reúne la prestancia del torreón y la humildad de
la tapia. Los palomares, en Capillas, forman parte
de sus señas de identidad y se alzan en la
periferia como soldados de un ejército vencido.
Aunque todavía hay muchas palomas que
pueblan las paredes interiores donde se hallan
los nidales, apenas sobreviven vecinos que
cuiden el tejado y reparen el deterioro que va
causando el tiempo. Hoy ya no se hacen esos
adobes que antaño sustentaron la armoniosa
arquitectura de la Tierra de Campos.

No queda nada de los antiguos ingredientes. Ni
siquiera ese punto de hidalguía que sostuvo un
imperio; ni siquiera ese soplo de viento capaz de
levantar linajes y blasones. Sólo la rutina y la
conformidad, el lamento en voz baja y la
aceptación de la derrota. Sólo el recuerdo de
los antiguos esplendores, cuando estas tierras
aportaban capitanes y soldados, clérigos e
hidalgos; cuando los palomares reventaban de
alas y zureos; cuando los rezos inflamaban las
almas y el sudor fecundaba las espigas y los
páramos.

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