Cátedra, Madrid, 2005
Visión crepuscular, a modo de falsa despedida, de quien contempla la vida subido en un incierto púlpito de letras y sombras. Iluminado por la luz tardía del otoño, el poeta se asoma al amor, al fragor del lenguaje, al misterio de la poesía y también al silencio.
Amor entendido como diálogo de signos, como coloquio de alfabetos. Lenguaje concebido como instrumento para plasmar sólo la belleza y el vislumbre poético. Silencio poblado de esa escarcha huidiza que alimenta la zozobra de los cuerpos.
El amor y las sílabas, la pasión alfabética y el temblor de las bocas aún aferradas a la última caricia. Antes de que el invierno se lleve la hojarasca de los besos y la pincelada de las luces tardías.

Te vi tras el crepúsculo
y te fui persiguiendo en las palabras.
Busqué tu luz entre luciérnagas,
entre las grandes mariposas que en la noche
arriban a la claridad de los deseos.
Indagué en los anuncios luminosos,
en los íntimos susurros
que arden en los cuerpos.
Más tarde, te soñé
entre la luz y el alba.
Al fin, te descubrí,
despojada de ropa,
sobre la hierba de los alfabetos.
Reseñas y notas de prensa
Cuadernos del Matemático, número 35, diciembre 2005
